Los ciervos son animales increíblemente esquivos y cautelosos, lo que convierte su rececho en un verdadero desafío para cualquier cazador. Poseen sentidos muy agudos, especialmente el oído y el olfato, que les permiten detectar la presencia humana desde largas distancias. A menudo se mueven con sigilo entre la vegetación densa, aprovechando cada sombra y cada ráfaga de viento para mantenerse ocultos.
Además, su comportamiento impredecible y su tendencia a cambiar de rumbo bruscamente dificultan aún más su localización. Incluso el más mínimo ruido o movimiento en falso puede alertarlos y hacer que desaparezcan en cuestión de segundos. Esta naturaleza desconfiada y escurridiza obliga al cazador a ser extremadamente paciente, observador y silencioso durante todo el proceso de rececho.