La becada busca en Extremadura un refugio menos gélido que Europa. Tras cruzar miles de kilómetros, ansía encontrar zonas de alimento y suelos sin escarcha. A diferencia de otras limícolas, la becada prefiere los bosques húmedos y sombríos. Allí, con su largo pico, rebusca entre el follaje en busca de invertebrados. Pastizales y praderas cercanas a los bosques se convierten en sus comedores naturales, donde incluso los excrementos del ganado esconden manjares en forma de gusanos.
La incertidumbre es la esencia de esta caza. Es la pasión por lo impredecible lo que mantiene viva la emoción. La becada domina el arte del camuflaje y elige los lugares más impenetrables para refugiarse. Su caza es, sin duda, uno de los mayores retos de la caza menor.