Hoy se cumplen 44 años desde que el mesón Trinidad de Alange abriera sus puertas por primera vez. Un negocio que empezó como bar y que tras algo más de cuatro décadas ha sido referente en ranas y caracoles en Extremadura.
Allá por 1980 empezó poniendo tapas con los vinos y las cervezas que los hombres del campo pedían en la barra, luego llegaron algunas raciones. Lo que ganaban iba destinado a la mejora y ampliación de las instalaciones. Durante los años 80 y 90 llegaron a servir bodas de hasta de 300 comensales, tuvieron dos discotecas y hoy es un acogedor restaurante con dos comedores en un complejo en el que cuentan además con 12 apartamentos rurales y piscina.
Cuando Feli y Lali, su hermana, eran niñas, se alojaban en su casa huéspedes que iban, bajo prescripción médica, al balneario de Alange y a sus familiares. Fue ahí cuando Feli tuvo el primer contacto con un trabajo basado en la hospitalidad, el buen hacer y la atención al público.
Su sueño cumplido fue comprar el que entre finales del siglo XIX y principios del XX fue el hotel Macías. Un edificio emblemático, grande y majestuoso, ubicado a la entrada del pueblo, con el que soñó que algún día podría ser suyo.
Junto a su marido Juan Trinidad, que siempre le apoyó en todo, mucho trabajo y sacrificio lo hicieron realidad. Ese y el de formar una gran familia con cuatro hijos y por el momento dos nietos.
Hoy el restaurante Trinidad de Alange es conocido en toda la comarca. Muchos son los cliente de Palomas, Hornachos, Almendralejo o Mérida que se acercan a degustar las ranas, los caracoles o las carnes a la brasa. Y al igual que las paredes que la vieron crecer, es un negocio familiar impregnado de cariño y hospitalidad, los mismos sentimientos que marcaron la infancia de Feli y su hermana Lali y con el sabor a comida casera aprendida de las recetas de su abuela.