En la Siberia extremeña se encuentra Castilblanco. Aquí encontramos un alimento básico en la Antigüedad Clásica, y hasta tal punto estimado que por ejemplo, el rey persa Darío I El Grande, llegó a tener en su corte a los llamados sirvientes de boca, los encargados de suministrar la leche de palacio y fabricar el queso real.
Castilcerro es la fábrica de un tesoro de la gatronomía española que durante mucho tiempo estuvo perdido casi por completo y que gracias a Honorio López está siendo rescatado casi del olvido con un esfuerzo admirable.
Siempre vinculado con el ganado, su ilusión era continuar la tradición familiar y desde muy pequeño su madre le dejaba hacer quesos para ir practicando. No estudió ninguna carrera relacionada con el campo ni producción quesera pero en sus manos cayó "El Practicón" donde por primera vez se habla de los quesos de Castilblanco. La idea de popularizar una joya autóctona española y resucitar una leyenda muerta le gustó. Estudió Tirotécnia, la ciencia del estudio del queso que crearon los griegos, construyó la quesería y con la ayuda de Cicytex, comenzó su proyecto rescatador.
La quesería de Honorio es la única e España y del mundo que elabora este queso.