"De la tal María Paniagua nadie conocía su apellido, pero en nombrando sus apodos, la Bruja o la Bizca, hasta los perros dejaban de ladrar a causa del miedo. Y no era para menos, ya que la tía María la Bruja ha sido considerada una de las mayores magas que han nacido en estas tierras"
En el corazón de Extremadura, entre sus pueblos y veredas, circula la historia de María Paniagua, conocida por todos como la tía María la Bruja o la Bizca. Su nombre verdadero apenas trascendió; en cambio, sus apodos provocaban un respeto casi sobrenatural: se dice que hasta los perros dejaban de ladrar ante su presencia. No es de extrañar, pues fue considerada una de las magas más poderosas que han nacido en estas tierras. Y, a diferencia de otras figuras del folclore, sus poderes no provenían de herencia familiar, sino de un aprendizaje meticuloso y consciente.
Desde joven, María mostró un interés insaciable por el mundo de la hechicería. Cada noche acudía a la casa de su maestra, aprendiendo los secretos del convento y perfeccionando su dominio de los poderes prohibidos. Con el tiempo, su reputación creció: se convirtió en especialista en provocar el mal de ojo, y rápidamente demostró ser discípula avanzada, capaz de rivalizar incluso con las figuras más temidas del gremio de magas locales.
Se cuenta que en su primera junta general del gremio, María ya “sabía tantu comu el diablu”, como decían los lugareños, dejando claro que su destreza no tenía parangón.
Tía María no trabajaba sola. Atrajo a su causa a todas las mujeres que podía, sin importar si tenían afinidad previa con la magia. Incluso logró convertir a una beata solterona, devota de misas, rosarios y novenas, en participante activa de sus rituales.
La leyenda cuenta que, durante un verano, María se coló en la casa de la mujer mientras dormía plácidamente. Sin que la víctima despertara, embadurnó sus piernas con un mejunje incoloro y grasiento, y pronto la beata se encontró en un campo desconocido, rodeada de mujeres danzando desnudas bajo la luna. La experiencia, lejos de asustarla, le fascinó, y solicitó unirse a la cofradía, siendo recibida con todos los honores gracias a su madrina.