Raquel viaja hasta la Campiña Sur, Llerena concretamente, para conocer al intrépido y polifacético Fernando. Tiene 63 años y ha heredado de su padre el amor a su campo, a la agricultura y a la ganadería. “El Angorris”, como le conoce todo el mundo, es un maestro de la vieja escuela, por eso, no olvida cómo araba antiguamente su padre con la ayuda solo de una mula. Ahora ha decidido enseñar a Raquel a arar a la antigua usanza, pero la mula Rosalía no le va a poner las cosas sencillas.
Además, en Villamiel, en plena Sierra de Gata, Raquel visita una casa palacio del siglo XVII. Se trata de la casa familiar de Natalia, que cuenta con un huerto de más de dos mil metros cuadrados. Antes era solo de uso familiar, pero a raíz del nacimiento de su hijo Darío; se convirtió en un proyecto agrícola con la intención de ofrecer una alimentación más saludable y sostenible. Un huerto en el que Raquel se va a convertir en toda una hortelana, se va a encargar de hacer un brebaje natural para echárselo a los frutales, va a sembrar patatas y va a probar una de sus últimas creaciones, una mermelada de calabaza, zanahoria y jengibre. Su idea de proyecto es aprovechar todos los recursos propios de su huerta, ir creciendo poco a poco, comprar otros productos de otras huertas que estén cuidadas de forma sostenible para seguir aumentando la producción y vender la cantidad suficiente para poder vivir de ello.