No hace ni 15 años que el proyecto del Santa Teresa daba un salto con la formación de canteras. Su crecimiento fue meteórico. En pocos años, esa familia que había construido el club llegaba, con jugadoras de la casa, a tocar la élite y rozar la disputa de la Copa de la Reina. El equipo se asentó en la categoría y su, entonces, alabada gestión y los éxitos que estaba alcanzando llevaron al Santa Teresa a recibir la Medalla de Extremadura. El momento cumbre del club pero también la llegada a un cima a la que le ha seguido un descenso tan veloz como fue su aparición.
Desde aquel 2017, el Santa Teresa ha pasado de ganarle al Barcelona en el Vivero a prácticamente desaparecer por las deudas.
Desde el descenso en 2021, el Santa Teresa ha ido acumulando impagos y sinsabores. No pudo mantenerse en Primera Femenina y, meses después, el proyecto en Segunda Federación se derrumbaba antes de nacer al no poder inscribir a jugadoras de alto caché. Esta última temporada ha sido una muestra de supervivencia y voluntad en la que familiares como Isa Machuca han cogido las riendas para que el primer equipo terminara la temporada en Primera Nacional.