En la oscuridad de la noche, cuando el viento susurra entre las calles antiguas y los caminos olvidados, hay quienes afirman que no estamos solos. Son las ánimas errantes, espíritus que no han encontrado descanso y vagan entre los vivos, susurrando secretos, cumpliendo favores y, a veces, despertándonos cuando se lo pedimos
Curiosamente, estas almas tienen una paradoja en su existencia. Según la tradición popular, precisan nuestras oraciones, misas y rituales para alcanzar la paz y dejar atrás su vagar eterno. Sin embargo, la relación no es unilateral: nosotros también les pedimos cosas. Protección, aviso de peligros, guía en sueños… las ánimas se convierten en mediadoras entre los vivos y el más allá, cumpliendo una especie de contrato invisible.
Testigos del más allá
En muchos relatos, las ánimas no solo esperan pacientemente nuestras plegarias: intervienen en nuestra vida. Algunos aseguran haber sido despertados en mitad de la noche por presencias inexplicables, luces fugaces o susurros que nadie más oye. Otros cuentan que aparecen en sueños para advertir de peligros o transmitir mensajes urgentes.
Estas historias se repiten en pueblos y ciudades de Extremadura, como las que nos narra Catalina Reyes desde Ribera del Fresno.
Más allá de lo sobrenatural, las ánimas errantes representan algo más profundo: la culpa, la nostalgia, los asuntos pendientes que no pueden ser olvidados. Nos recuerdan que la vida y la muerte no son mundos completamente separados, sino que existe un hilo invisible que une lo que fue, lo que es y lo que aún puede ser....