La diputación pacense acaba de publicar un importante libro sobre nuestra historia: "La transición a la democracia en Extremadura. Estudios y aportaciones". Está coordinado por los profesores Guillermo León y Juan Andrade y recoge 23 estudios que ya se habían presentado antes en uno de los congresos que celebra el Grupo de Estudios sobre la Historia Contemporánea de Extremadura, bajo la organización de Pepe Hinojosa.
Además, en breve, se van a publicar dos libros dedicados a Enrique Sánchez de León, el protagonista más reconocible del reformismo extremeño y del regionalismo. Sobre su figura nos habla Felipe Lorenzana, Profesor y Doctor en Historia Moderna.
La publicación del libro sobre Enrique Sánchez de León significa que por fin se va a hablar, esperemos, de uno de los periodos más dinámicos de nuestra historia: aquel que se extiende desde la muerte de Franco en 1975 hasta el triunfo del PSOE en las primeras elecciones autonómicas de 1983.
Fueron años de efervescencia política, social y cultural. Partidos y agrupaciones que nacían de la nada, asociaciones culturales floreciendo en cada pueblo, debates, discusiones públicas, mítines multitudinarios a los que la gente iba sin autobús ni bocata. Se hablaba con ilusión de Extremadura y se mezclaban en las peroratas los sentimientos de ira por siglos de opresión y la esperanza en el autonomismo.
Se creó un partido regionalista con posibilidades de triunfo, AREX, que luego se disolvió en la UCD. Nacía también una nueva historia regional que algunos esgrimieron para legitimar el balbuciente sentimiento regional. Como resultado, nuestro Estatuto proclamaba en su artículo primero que Extremadura se constituía en comunidad autónoma “como expresión de su identidad regional histórica”.
Sin embargo, cualquier intento de establecer paralelismos con la actualidad nos llevaría a una segura depresión. Ya no hay regionalistas ni regionalismo, ni ganas de que existan.
La reforma del Estatuto de 2011 dice que nuestra historia no nos ha legado “el peso de una identidad”, y la reforma educativa de la Junta de 2016 eliminó los contenidos regionales en las asignaturas de Primaria y Secundaria. Y nadie ha protestado.
Desde luego, bien difícil es ser regionalista en una región empeñada en negarse a sí misma. Por eso son tan importantes los libros a los que nos referíamos: con ellos nos queda, al menos, el consuelo de no olvidar lo que pudimos ser.