El efecto de los Juegos de Barcelona
Barcelona 92 cambió el concepto del olimpismo moderno. Fue un punto de inflexión en el que intervinieron muchos detalles, y no sólo deportivos.
España apostó fuerte por trascender. Era un proyecto de país para mostrar al mundo su evolución en la transición durante décadas de dictadura. Tras el Mundial de fútbol de 1982, los Juegos eran la gran oportunidad para exhibir cambio y modernidad, poniendo a Barcelona como epicentro con unos Juegos que cambiasen el país y la ciudad.
La primera imagen que quedaría para el recuerdo sería la de la gala inaugural, hoy todavía señalada como una de las más impactantes y bellas de la historia olímpica. Y el momento más incónico, la llegada de la antorcha olímpica a Montjuic y el encendido del pebetero que da el pistoletazo oficial a los Juegos era el momento más esperado y preparado de todos. Barcelona 92 no quería pasar desapercibida, quería aprovechar ese instante ante la mirada de cientos de millones de personas de todo el mundo y puso en las manos de Reyes Abades y su equipo de profesionales el momento más importante de la ceremonia.
Y fue espectacular. El laureado especialista de efectos especiales extremeños trabajó durante un año en crear un efecto, una ilusión que hoy perdura en la memoria colectiva. Fue, dentro de la multitud de proyectos que ha realizado, su mayor reto. Una única oportunidad, en directo y con millones de pantallas encendidas observando con atención y asombro.
Esta semana, su hijo, César Abades, nos recuerda cómo fueron aquellos meses y aquel momento en el que Antonio Rebollo alumbró los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 y deslumbró al mundo con llama olímpica.