Como cada lunes de verano, escuchamos una columna histórica y de opinión relacionada con personajes, vivencias o libros precisamente relacionados con la Historia de nuestra región, desde la propia comunidad hasta cualquiera de las localidades repartidas por Extremadura. Hoy, Felipe Lorenzana, Profesor y Doctor en Historia Moderna, bajo el título 'La Diversidad Social' nos acerca un interesantísimo libro que acaba de editar la diputación de Badajoz. Se titula 'Llerena Medieval, Geografía Singular', escrito por el profesor Ángel Bernal Estévez...
Acaba de publicarse un libro del profesor Ángel Bernal Estévez titulado Llerena Medieval, Geografía singular, editado por la Diputación de Badajoz, que es sin duda la institución que más se ha señalado en los últimos tiempos, por no decir casi la única, en publicar libros de Historia. La racanería del resto de las instituciones y editoriales extremeñas es un hecho tan lamentable que invita a pensar que la Historia o los historiadores les molestan a los políticos. Si así fuera, ello significaría que lo estamos haciendo bien.
La principal aportación del libro de Bernal es la descripción de una ciudad inédita, curiosa y auténticamente singular como la Llerena de finales de la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna, que apenas se asemejaba a ninguna otra de Extremadura: tenía muchos habitantes para la época, unos cinco mil (casi los mismos que ahora), era sede oficial y oficiosa de las instituciones políticas y religiosas de la Orden de Santiago, alojó uno de los quince tribunales de la Inquisición en España, sus sectores industrial y comercial fueron tan importantes o más que el agrario, hubo movilidad social, tuvo un desarrollo urbanístico encomiable, florecieron las artes y la cultura y había muchas inquietudes, tantas que incluso conoció convulsiones de carácter revolucionario.
La base de esta riqueza no fue otra que su diversidad social, puesto que la mitad de su población era de origen judío o musulmán, y eran precisamente estas mal llamadas minorías las que más se señalaron en los procesos singulares a los que nos hemos referido.
La decadencia de Llerena y su incorporación a la uniformidad y mediocridad de su entorno viene marcada por la represión contra los judíos, moros y conversos. La Inquisición y las políticas homogeneizadoras de la Corona les arrebataron sus bienes, borraron su identidad cultural y los asimilaron, o ellos se asimilaron sin más remedio, al universo cristiano.
Creemos por lo dicho que la riqueza de un país radica en la diversidad social y la convivencia entre quienes son distintos, pero no opuestos. Parece mentira que haya quienes pretendan seguir ignorando, o peor aún oponiéndose, a esta gran lección de nuestra historia.
En una columna anterior destacamos la eficacia que tendría un proceso organizado de inmigración para afrontar el problema de las pensiones en el país con la tasa de natalidad más baja del mundo. Pero no son las demográficas las únicas aportaciones que podemos esperar de los inmigrantes. Y es que, mientras asumimos con indiferencia que casi dos mil personas han perdido la vida en el último año al intentar alcanzar las costas españolas, envejecemos y nos empobrecemos sin valorar la riqueza que viene de fuera.