Cerramos la trilogía dedicada al abandono del medio rural en las antípodas regionales de la Sierra de Gata: en la comarca de Tentudía. El topónimo refiere en origen al milagro de la Virgen de 1248 que permitió la reconquista del término; ese mismo nombre se le dio al monte donde se produjeron supuestamente los hechos, que es la montaña más alta de la provincia de Badajoz, así como al monasterio que la corona, a la mancomunidad de municipios que se expande a su sombra y finalmente al embalse que les proporciona ese bien tan preciado como escaso en estas latitudes como es el agua. Nos lo cuenta, Felipe Lorenzana, profesor y Doctor en Historia Moderna
La Mancomunidad Turística de Tentudía se creó en 1976 (BOE de 23 de julio) y fue la primera agrupación comarcal surgida en la región. Pero su principal objetivo no fue atraer turistas, que entonces huían despavoridos hacia las playas, sino lograr un pantano que les abasteciese de agua. Y es que el agua, su ausencia más bien, ha sido durante siglos el problema principal de esta comarca, que tiene en Fuente de Cantos y en Monesterio sus núcleos más poblados. Ninguna otra cosa como la búsqueda y canalización de acuíferos ha ocupado tanto tiempo ni ha consumido tantos recursos. Un informe de los sindicatos franquistas de 1959 reconocía que aquí se padecía una “sed de siglos”.
El pantano se logró gracias al patrocinio de la Diputación y fue inaugurado en 1987. Sus aguas llegaron a Fuente de Cantos al año siguiente, y fueron recibidas por el presidente de la Junta, Rodríguez Ibarra, quien agradeció en su discurso “la paciencia de los fuentecanteños demostrada en la larga espera del agua”. En efecto, siglos de paciencia.
Con la presa de Tentudía se puso fin a las necesidades de abastecimiento de diez municipios. Otra cosa es que hubiera agua suficiente para sostener una hipotética actividad industrial y agraria: ni la hubo ni la hay. Y dentro de poco quizá tampoco la haya para lo más indispensable.
Resulta que el 'pantanino' se encuentra por debajo de un tercio de su capacidad; hombre, los embalses de la cuenca del Guadiana, y en general los extremeños, no están mucho mejor, pero en la región hay capacidad para 14.219 hectómetros cúbicos, es decir, que cada extremeño dispone por término medio de 13.439.521 litros como máximo, mientras que nuestra presa solo tiene 5 hectómetros cúbicos para 20.444 habitantes, o sea, 244.570 litros para cada uno. En resumen, que nos quedan cuatro gotas, con el agravante de que aquí, como ha quedado dicho, el agua se quiere básicamente para beber.
Esta situación de alarma ya se ha producido otras veces, pero hasta ahora las lluvias providenciales nos han salvado a última hora. En breve, los gerifaltes de la mancomunidad nos pedirán que ahorremos agua y culparán del problema al derroche, a la afluencia de visitantes en verano y al cambio climático, pero nadie nos explicará por qué no han arbitrado remedios a tiempo, por qué la Confederación del Guadiana mira siempre hacia otro lado, qué ha pasado con el trasvase previsto desde hace veinte años, que ha pasado con el proyecto de un nuevo embalse en el Ardila…
¿Volveremos a los cortes de agua, a almacenarla en bidones, a correr tras los camiones cisterna? ¿Está dispuesta la población a exigir de una vez soluciones a nuestros ineficaces regidores, o seguiremos durmiendo la modorra de siglos, la misma que nos condena a la sed y al subdesarrollo?