Una mirada inteligente y divertida del mundo que nos rodea, siempre con el acento puesto en Extremadura.
Con Antonio León y José Manuel Bañegil
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La ceremonia de "Los Empalaos" de Valverde de la Vera es uno de los rituales de penitencia más sobrecogedores y singulares de la Semana Santa española. Tiene su origen en los Hermanos de Disciplina, que posteriormente se organizaron en la Cofradía de la Vera Cruz y Pasión de Cristo, documentada desde 1654 y formalizada en 1715.
Este tipo de penitencia, muy extendido en la Edad Media, consistía en actos de mortificación física y espiritual como forma de expiación y devoción. El acto es consecuencia de una promesa personal hecha ante Dios, lo que le confiere un carácter íntimo y anónimo.
El "empalao" es preparado por familiares y allegados unas horas antes del inicio del Vía Crucis. El atuendo consiste en torso desnudo, atado con sogas de esparto que sujetan un timón de arado sobre los hombros, simbolizando la cruz. Lleva una enagua blanca de mujer desde la cintura hasta los tobillos, vilortas (cintas con aros) colgando de los brazos, que producen un sonido característico en la noche, una toga y dos espadas cruzadas en la espalda. Un velo blanco cubre el rostro, ceñido con una corona de espinas, y el recorrido se hace descalzo.
Se recorren 14 estaciones por las empedradas calles del pueblo, en silencio. El penitente va acompañado siempre por un “Cirineo”, figura que le asiste y le alumbra con un farolillo, manteniendo el anonimato y la solemnidad. Cuando dos empalaos se cruzan, se arrodillan frente a frente en señal de respeto mutuo, uno de los momentos más emotivos y simbólicos de la procesión.
El rito es una manifestación extrema de fe, sacrificio y cumplimiento de promesas personales, enmarcado en la tradición católica de la penitencia.
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Anoche la lluvia permitió que saliera una de las procesiones más esperadas, la del Cristo Negro de Cáceres. Sobre todo después de que el año pasado no pudiera salir por ese motivo. Pero anoche, el cielo respetó a esta talla del siglo XIV que volvió a sobrecoger a cacereños y turistas.
El muñidor apareció a las doce en punto con dos hermanos, alumbrándole con jachones. Y el alcalde mayordomo, Alonso Corrales, dio los tres golpes: "Que salga la hermandad del Cristo Negro... Dios lo quiera así".
Salía la talla anónima del siglo XIV y de madera de iroko, envuelta en yedra y flores moradas. El año pasado no pudo hacerlo por la lluvia. En 39 años, solo dos veces no ha podido salir.
El silencio sobrecogedor, acompañado solo por el timbal y la esquila, se rompía con la primera saeta, por primera vez, con la voz de Pedro Peralta.
59 guardianes del Cristo Negro, con sus túnicas de inspiración benedictina, recorrieron la zona de intramuros. Entre ellos, algunos nuevos, que llevaban esperando desde el año 1993. Hay hasta tres mil que aguardan su turno. Algún día cumplirán el sueño de salir en esta estación de penitencia, que el año que viene cumple cuarenta años.
Una procesión que este 2025 ha recordado a su primer mayordomo y a su primer muñidor, con dos lazos negros.
Con 50 cofradías a lo largo de su historia, las raíces de la Semana Santa de Badajoz se remontan a la Edad Media. La Hermandad del Santo Entierro pacense germinó durante la Reconquista de la ciudad, en 1230.
Hay documentación, asegura Juan Antonio García, Hermano Mayor de la Cofradía del Santo Entierro, que dice que los Caballeros de Santiago ya realizaban esta procesión del Santo Entierro: "Es una de las pocas de España, creo que son ocho las únicas tallas que esconden en el pecho un sagrario".
Es una de las curiosidades de la Semana de Pasión de Badajoz, pero esconde más tesoros. Como el del Cristo de la Espina, como nos cuenta Eva María Rodilla: "Principalmente debe su nombre porque lleva un pequeño sagrario en su hombro donde alojaba una espina de la corona de Cristo". Una reliquia que guarda el convento de las Descalzas y que solo puede verse cada 4 de mayo.
En el siglo XVII, la Semana Santa pacense vive su esplendor con la creación de las mejores piezas de imaginería que todavía se conservan. Antonio Manzano, historiador de la Semana Santa de Badajoz, destaca la historia de las tallas: "Una imaginería sobresaliente, empezando por la Virgen de la Soledad, una madonna italiana, la Virgen de las Lágrimas, una joya del siglo XVI y XVII. Tenemos el Cristo de la Humildad, también del XVII, igual que el Cristo del Prendimiento, y el Cristo de la Paz, que también es del XVI".
Y entre todas destaca la Virgen de la Soledad. Una talla encargada en Nápoles, que según la leyenda inspiró a la Virgen de la Paloma madrileña y se convirtió en patrona de Badajoz tras una devoción que cruzaba fronteras, como sostiene José María Blanco, Hermano Mayor de la Hermandad de la Soledad: "Todos los pueblos de alrededor e incluso Portugal, y así sigue siendo a lo largo de los siglos. Llevamos ya tres siglos y medio. Creemos que puede ser única, ya que como patrona de una ciudad procesiona Jueves y Viernes Santo".
Ni la destrucción de su templo original en 1810, ni la posterior guerra civil pudieron con la patrona y el resto de la imaginería pacense. Joyas valiosas junto a bordados, orfebrería y la verdadera esencia, la devoción de miles de hermanos y cofrades, han conseguido ensalzar a la Semana Santa de Badajoz a la máxima distinción como cita de interés internacional.