La piel es el órgano más extenso del cuerpo y el que más expuesto está a las inclemencias meteorológicas. Es en esta época del invierno y durante el verano cuando más sufre, sobre todo las áreas más expuestas como la cara (en especial los labios) y las manos.
Las bajas temperaturas traen consigo que los vasos sanguíneos se contraigan y esto provoca que no llegue el suficiente oxígeno a las células provocando diversas afecciones. Así, tenemos:
La permiosis o más conocidos como sabañones, que es una inflamación de los pequeños vasos sanguíneos de la piel en respuesta de las bajas temperaturas. Pueden llegar a ser dolorosos. Lo mejor para evitarlos es abrigarse bien, sobre todo las manos.
Luego tenemos la enfermedad de Raynaud, también vinculada a la vasoconstricción debido al frío e incluso por emociones como pueden ser los disgustos. Al no poder llegar la sangre a esas zonas de la piel, ésta se torna pálida y azulada. En casos severos esas células pueden llegar a morir. Su tratamiento lo debe llevar un dermatólogo. Se suele dar en los dedos y con frecuencia es simétrica: si te pasa en una mano, te pasará en la otra. También el médico especialista te ayudará.
Siguiendo con el frío, tenemos las urticarias que son ronchas rojizas que aparecen en la piel y que pueden llegar a picar cuando la hemos expuesto a un ambiente frío y húmedo como por ejemplo al lavar o bañarnos en agua fría. Suelen ir acompañadas con algún tipo de alergia así que se necesitaría algún antihistamínico de segunda generación.
Y por último tenemos la livedo reticular, o popularmente conocidas como “cabrillas” que no se forman por el frío, sino por el calor de las estufas y de los braseros. La radiación infrarroja que emiten hace dilatarse los vasos sanguíneos más pequeños, dando la sensación de una red. Su remedio está en evitar la cercanía a estas fuentes de calor y no está mal que acudas al médico.