Manuel Mendoza, de 52 años, se dedica desde hace más de dos décadas a la tanatopraxia. El padre de este castuerano era carpintero, y se encargaba de elaborar los ataúdes de las personas fallecidas. Manuel lo acompañaba a la carpintería durante los veranos, y aprovechaba para subir hasta el desván para curiosear entre los féretros vacíos. Manuel comprendió que la muerte era parte de nuestra naturaleza, la normalizó y convivió con ella durante años en su casa. Aunque estuvo un tiempo alejado de este mundo, en el año 2000 lo contrataron en una funeraria de Castuera. Desde entonces, ha trabajado de manera ininterrumpida en este sector, y calcula que hace unos 200 servicios al año, en horarios rotativos durante todos los días del año. Para preparar el maquillaje post mortem, los tanatoestéticos suelen llevar maletines, con los utensilios necesarios para tratar a los fallecidos. Reconoce que es un trabajo duro, pero siempre procura pensar en su objetivo: hacer más liviano el proceso a sus familiares.
La tanatoestética, una profesión apenas conocida
Miércoles, 24 Mayo 2023