Además del acueducto y el alcantarillado, las carreteras, los días de la semana, el hormigón, las leyes escritas, nuestro alfabeto o las lenguas derivadas del latín… los romanos trajeron consigo los baños públicos, cuya idea, como tantas otras, habían tomado previamente de Egipto y Grecia. La invención de un sistema de calefacción que permitiese caldear estancias y piscinas cambiaría el destino de los baños: la simple ablución se transformó en una costumbre placentera. Unos 1500 años después de caer su Imperio, ciudades y villas rústicas aún albergan vestigios, incluso en uso, de las termas, los balneae o los balneum romanos. Tanto donde elegir que, acompañados de un cicerone que los ha investigado y compilado, solo podemos escoger algunas muestras de un extenso inventario por Extremadura.
El Lince 3.0: Elogio de las termas
Viernes, 10 Mayo 2024