La historia del vino ha discurrido paralelamente a la de la humanidad y está cargada de simbolismo. El vino, cuyo nombre procede del latín "vinum" se fue extendiendo por todos los continentes gracias a la capacidad de adaptación de las vides, porque crece en tierras donde otras frutas no crecerían, y porque es una bebida considerada el néctar de los dioses.
Los primeros cultivos de la uva se remontan a la edad del bronce en lugares cercanos al Oriente Próximo, Sumeria y Antiguo Egipto. Una invención que los egipcios atribuían al dios Osiris. De allí llegó a la antigua Grecia donde era una bebida tan popular que le asignaron un patrón entre sus dioses: Dioniso. Un dios que los romanos rebautizaron con el nombre de Baco. Precisamente fue el Imperio Romano el que encargado de la expansión del cultivo por todos los territorios ocupados, desde Normandía a Flandes, el norte de Alemania y los países bálticos. También el origen del vino en Extremadura hay que vincularlo a la presencia romana en este territorio. Una prueba de ello es el famoso mosaico que se expone en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida que representa una escena en la que se pisa la uva.
Una época en la que nació una nueva religión, el cristianismo, que tiene como rito principal el consumo de vino.
La botella de vino más antigua que se conserva en el mundo fue descubierta en 1.867, está expuesta en un museo alemán y tiene más de 1.650 años de antigüedad. En cuanto a la bodega más antigua se encuentra en Armenia y data del 4.100 a.C. Los arqueólogos también encontraron utensilios para la vinificación, restos de uva y semillas, además de cubas de 4.000 litros de capacidad posiblemente empleadas para la fermentación del vino