Carlos Salgado tiene 53 años y desde antes de la pandemia se sienta cada día en la calle Santa Eulalia para mendigar comida y se siente invisible para los demás. Tomó la decisión de pedir, a pesar de la verguenza que siente, para poder así llevar comida a su pareja e hijas y lo hizo porque no encuentra trabajo y no cuenta con ningún ingreso, solo el piso heredado dónde reside. Sufrió un accidente de tráfico que le dejó secuelas en ambas piernas y tiene reconocida una discapacidad del 33%. Carlos pide una oportunidad laboral. Vivió en Suiza y Alemania gracias a lo cual habla francés, italiano, alemán y euskera. Ha trabajado como gruista, montador de fibra óptica, camarero o vigilante de seguridad y está dispuesto a aceptar cualquier oferta de trabajo que le reincorpore a la vida laboral.