El Colegio Antonio Machado de Mérida ha abierto sus puertas para mostrarse. Es la mejor herramienta para borrar el estigma que lastra como centro de tratamiento preferente de la Junta de Extremadura y que, faltos de heterogeneidad, les amenaza con catalogarles como gueto.
No es lo que nos encontramos al llegar. Por el contrario, percibimos una red totalmente expansiva. La mejor muestra de ello es que no tenemos un solo/a guía para nuestra visita, sino varios/as, y que a sus 5, 10,20, 60 o 40 años, cada persona nos van compartiendo el paisaje que para ellos/as es el colegio observado desde su altura: Los alumnos Jesús Vazquez e Isabel Motaño, la Jefa de estudios Helena Gallego, Raul Gijón, el Director del Centro, las maestras de infantil,Carmen Jaramillo, Basi Amarilla y Verónica del Rosario, el coordinador del huerto, Jesús Molina, el mediador Juan Molina, la docente del CAEPS, Isabel Arroyo, Amparo Vinagre,Coco y sus alumnos /as del aula MUSE, las alumnas del ciclo formativo de Integración social, Marina Gil, Jeanette Batalloso, Julia Rodrigo, y las madres Anyuris Ramos, Ana Coria y Consuelo Lozano.
De voz en voz, de proyecto en proyecto, percibimos los riesgos de exclusión y de vulnerabilidad que atraviesa la zona, pero también la ternura con la que se combate desde la red humana que sostiene al colegio y a sus miembros. El relato de la injusticia de la desigualdad social se mezcla con gestos de cariño que lejos de normalizar la realidad, refuerzan las ganas de transformarla, mirándola de frente, desafiándola, empeñado/as a fondo en que sea otra.
Escuchar a cada miembro de este puzle es como ver situarse en escena a los músicos de una orquesta en la que cada pieza sabe cómo aportar a la melodía y a los cuidados. Son básicos para sentirse cómodo/as y estar en predisposición de "abrirse al conocimiento", tanto de lo curricular, como de todo lo que no lo es, pero que es igualmente imprescindible para crecer como seres humanos.
Hay encuentros que reconcilian a cualquiera con el poder trasformador de la educación, con la importancia de los tiempos lentos para todo, para cocinar, para cultivar...Y por supuesto para educar. También para construir con buena base sociedades más equitativas, mundos más justos, futuros más esperanzados.
Como diría el maestro Don Antonio Machado: "Hoy es siempre, todavía".
Por Ana Gragera