31 Marzo 2021, 10:04
Actualizado 31 Marzo 2021, 10:04

América del Norte está llena de paisajes grandiosos. Chloé Zao conoce algunos muy bien: en Dakota del Sur rodó The Rider, una de las películas más queridas del Festival de Cine Inédito de Mérida. Nomadland ha sido uno de los largometrajes del año: gente que vive en caravanas o furgonetas, frecuentemente desahuciadas por un sistema capitalista que deja a mucha gente en el camino, sin derecho a la salud pública, sin derecho a una casa.

Frances McDormand y David Strathairn son los únicos actores profesionales de esta película: los demás hacen de sí mismos. McDormand tiene pendiente de estreno The French Dispatch, un canto de amor al periodismo dirigido por Wes Anderson.

Ojalá pudiéramos contarles (convencerles de, más bien) la importancia de ir al cine. 

No de ver películas en una plataforma, aunque las amemos. De ir al cine. De salir de casa, participar en ese rito social colectivo, pagar una entrada y ver una película en pantalla grande, con buen sonido, rezando porque no se ilumine ningún móvil, rezando porque algunas las pongan en versión original. 

Ojalá pudiéramos contarles (convencerles de, más bien) la importancia de ir al cine. 

“Mientras interpretaba a Fern ‘trabajé’ en un centro de logística de Amazon, en la cosecha de remolacha azucarera, en la cafetería de un punto de interés turístico y como supervisora en el camping de un parque nacional”, cuenta Frances McDormand (lo recoge la revista Traveler). “En la mayoría de los casos nadie me reconoció, la gente pensaba que era una empleada más. Obviamente no trabajaba jornadas completas, pero sí intentábamos ser realistas en cuanto a las obligaciones y consecuencias de estos trabajos. Hemos querido reflejar el esfuerzo físico y las complicaciones para las personas entradas en años, pero también la alegría de trabajar y vivir en plena naturaleza como supervisora en un camping y la sensación de sentirse útil y de recibir un sueldo por realizar estos trabajos”.

Nomadland es un canto de amor (otro) a las Badlands. 

Tom y Jerry

José Recio, el propietario de los cines de Navalmoral, dice que las películas que más se ven son las infantiles. Hemos visto carteles que van a recuperar la historia de Dartacán (los de mi generación crecimos pensando que Constanza se llamaba Julieta y que Athos, Aramis y Porthos eran Dogos, Amis y Pontos). Ahora mismo podemos ver Raya y el último dragón.

Los dragones se sacrificaron hace centenares de años para salvar a la humanidad. Mientras escribo esto no puedo entender que se sacrificaran para salvar a la especie responsable de la destrucción del planeta, pero es una película de dibujos y, sí, los dragones se sacrificaron.

Si no quieren dragones y echan de menos su infancia y quieren que sus hijos o sobrinos o nietos sepan quiénes son William Hanna y Joseph Barbera, compre entradas para Tom y Jerry, aunque Matt Fowler ha escrito: "Como entretenimiento familiar, es un trabajo perfectamente adecuado, aunque, dependiendo de las expectativas, algunos espectadores pueden sentirse engañados por encontrar menos Tom&Jerry de lo que el título sugiere". 

Hpkins y Colman

Se estrena, además, Ruega por nosotros: su título no engaña. Es de terror. La sinopsis nos cuenta que hay un periodista, en horas bajas, que descubre milagros de una joven que dice haber visto a la virgen María. Obviamente, no es tan idílico como pensaba.

Si no les gusta el terror, pero quieren su festín de efectos especiales y tortas bien dadas, la elección es 'Godzilla vs. Kong'. Y será una buena elección, porque, en fin, son personajes igual de míticos que Tom y Jerry. Ahora bien, no se pierdan tampoco 'El padre', aunque solo sea por ver a Anthony Hopkins y Olivia Colman, esos dos monstruos de la escena, que lo mismo hacen de dioses supremos que de reinas eternas. 

Pero ojalá vayan al cine. Una localidad sin salas de cine es mucho más fea.