Hoy se cumplen 10 años del día en el que ETA dejó de matar. En sus años de terror asesinó a más de 850 personas, 55 de ellas nacidas en Extremadura. La barbarie etarra, que sumó 3.500 atentados, dejó además centenares de víctimas no mortales y miles de familiares huérfanos de sus seres queridos.
Natividad, vecina de Mirandilla en la actualidad, fue una de las más de 70 personas heridas del atentando que en 1974 dejó 13 muertos en la cafetería Roland, en plena Puerta del Sol. Sufrió heridas muy importantes: "Había cogido la bandeja y estaba mirando hacia el lado; por eso me cogió todo del lado izquierdo", recuerda. Después de aquello, algunas cosas no volvieron a ser como antes. "Lo que hice en primer lugar fue olvidar. Si alguien me preguntaba por la cicatriz, decía que era por un accidente".
Un silencio que se rompió al sentir que no estaba sola. Entonces, decidió ayudar a gente como ella y visitar casas de víctimas. "Cuando llegabas a una casa con un hijo muerto hacía 30 años, se extrañaban y te preguntaban que qué querías. No estaban acostumbrados a que alguien se preocupara por ellos", recuerda Natividad.
"Cuando llegabas a una casa con un hijo muerto hacía 30 años, se extrañaban y te preguntaban que qué querías. No estaban acostumbrados a que alguien se preocupara por ellos"
Entre esas víctimas desamparadas se encontraba Paloma, que con cinco años perdió a a su padre en un atentado terrorista en Bilbao. No se acuerda de lo que pasó en su casa, pero sí del silencio que había en casa: "Nadie nunca me ha contado cómo fue, qué paso, si llamaron a mi madre o no la llamaron. En mi casa ha sido un tabú", lamenta.
"Nadie nunca me ha contado qué pasó. En mi casa ha sido un tabú"
La respuesta la encontró en los libros y en la empatía de otras víctimas: "Esto no nos lo van a quitar en la vida, pero yo tengo que continuar con ella porque tengo un hijo. Quiero ser feliz, quiero levantarme todas las mañanas y estar bien. ¿Que lo voy a tener toda la vida? Lo voy a tener, porque nunca he tenido un padre".
