En lo alto del puerto de Honduras, un rodal de abedules, amarillo o verde según se asomen otoño o primavera, compone una pintura de formas con identidad, del mismo modo que el momento de luz recuerda los rasgos de un lienzo impresionista. Su arboleda dorada brota en el puerto que comunica dos grandes valles, el Ambroz y el Jerte, aguardando en su cima el panorama sereno del macizo de Gredos. El frío va veloz por delante marcando el paso al día, salvo cuando el sol aprieta en el fuerte estío. Una garganta de agua fresca que hay que cuidar de oficio junto al caudal de la vegetación. Supervivientes de la llamada Edad de Hielo, la aventura del abedul en este paraje es una historia de riesgos. El árbol ha sido poderoso siempre en estas montañas. Pero también es frágil.
El Lince 3.0: El abedular de Honduras
Viernes, 7 Junio 2024