En una casa de Castañar de Ibor, situada justo frente a la iglesia, vivía el señor Julio con sus cinco hermanos, su madre y su padre el sacristán.
"Con seis años aprendí porque me enseñó un compañero monaguillo. Lo primero que tocábamos era el Ave María y luego los repiques"
Con 90 años toca como nadie las campanas de manera manual, y se acuerda de todos los tipos. Boquiabiertos nos quedamos con su fortaleza y sentido del humor porque preguntado por si le gustaría que está profesión continuará, nos dice: "yo lo que quiero es volver a ser joven".