Oleksander Horodenko, ucraniano, llegó al Valdivia a comienzos de temporada para competir en primera extremeña y en octubre llegaron Nikita y Gleb Vasilenko, dos rusos. Desde que estalló el conflicto, la relación entre ellos no se ha resentido, todo lo contrario. El fútbol actúa como bálsamo de una situación desagradable que los tres viven con mucha inquietud.
Oleksander ayuda a sus compañeros con el idioma y reconoce que no lo está pasando nada bien. Sus compañeros rusos reiteran que en España solo quieren hablar de fútbol y que Olek es su amigo.
El entrenador del Valdivia, Pedro Blázquez, reconoce que Oleksander le comentó la posibilidad de volverse a su país para ayudar, pero su falta de formación militar y la posibilidad de ayudar aquí a los refugiados le convencieron para permanecer en Extremadura.
La situación que se vive en Ucrania no afecta a un vestuario en el que conviven jugadores de hasta doce nacionalidades diferentes. "Todos son una piña, una unión que trabaja para mejorar y que se enfada si las cosas no salen bien", explica el entrenador Pedro Blázquez. El fútbol, una vez más, como ejemplo de convivencia.