9 Mayo 2025, 9:35
Actualizado 9 Mayo 2025, 11:07

Antes de que Felipe VI inaugurara la Sala Tarteso, había que acomodar a los rostros del Turuñuelo en la que será ahora su morada, el Museo Arqueológico provincial de Badajoz. Los encargados son Andrés F. Silva Cordero y Diego Sanabria, arqueólogos conservadores de la institución. Es una operación delicada, un puzzle preciso en el que no puede fallar. Colocando fragmento a fragmento cada una de las cinco bellísimas esculturas que han transitado durante los dos últimos años diferentes museos de España, dan los últimos retoques y separan con un pincel el polvo de la roca caliza en la que fueron esculpidos. Los han colocado en la vitrina principal.

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Detalle de los rostros del Turuñuelo

El director del museo, Javier Heras, nos explica que hay piezas nunca vistas, de colecciones privadas o que antes estaban en el almacén. Más de 400 y ninguna está elegida al azar: "por ejemplo un bocado de caballo, tiene que contar que la élite de la sociedad exhibía su poder a través de los carruajes, de eso que simboliza el uso del caballo. O un molino, no sdice que hay una economía basada en la producción del cereal".

 

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La cartelería ilustra escenas de época tartésica con perspectiva de género. Y los personajes de los audiovisuales están racializados. Los letreros están a la altura adecuada para que grandes y pequeños puedan leerla sin dificultad. Y hay una zona en la que hace una petición poco habitual en museos: "se ruega tocar". Se trata de un área con reproducciones de piezas, que piden ser palpadas y que están acompañadas de cartelería en braille. Todos los recursos expositivos, en definitiva, quieren hablar de esta fascinante cultura de la protohistoria y lo quieren hacer de modo igualitario e inclusivo, reproduciendo una sociedad que, según los hallazgos, sería también diversa en sexo, raza y otras características físicas o culturales.

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Pero hay más. Como ahora, gracias a la tablilla que se encontró en el Turuñuelo, sabemos que los miembros de esta sociedad también escribían, el museo no ha dejado pasar la oportunidad para que sus visitantes conozcan un poco más del alfabeto de escritura palenohispánica del suroeste penínsular ¿Cómo? Permitiendo que quien lo desee, pueda escribir su nombre o lo que se le ocurra con los símbolos de este signario en una pizarra digital.

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La sala ya está abierta. El viaje a Tarteso puede comenzar.