El cliente se suele acercar interesado a preguntar por el vehículo eléctrico, pero a la hora de la compra acaba optando por uno tradicional. "La gente todavía se aferra al motor de combustión. Va a lo fácil, a lo cómodo, a lo que sabe, a lo que conoce", explica Antonio Gil, del Grupo Maven e Hijos.
El horizonte de 2035 como fin del coche de combustión no está impulsando las ventas. El año pasado sólo se vendieron 621 vehículos eléctricos en Extremadura, según la Asociación de Fabricantes. La red de carga es el principal inconveniente que ven los clientes.
"Los enchufes son un rollo, para viajar es un rollo, el día de mañana será una cosa buena" o "imagínate yo de aquí a Galicia que tenga que parar tres veces para cargar. No me interesa ese coche", son algunos de los argumentos de los conductores. En la provincia pacense hay una red de zonas de recarga con poca distancia entre ellas. "Al no haber más de 40 kilómetros de distancia entre un punto y otro da la confianza al cliente de que puede desplazarse sin estar pendiente sólo de la autonomía que tiene el vehículo eléctrico, que hasta ahora es una de las objeciones que nos planteaban... que me quedo sin batería y dónde puedo recargar", cuenta Antonio Pérez, director de ventas de Volkswagen Badajoz. Es lo que se conoce como estrés eléctrico: el miedo a quedarse sin batería y no poder recargar. "Mucha gente tiene miedo al tema de la autonomía. Al final, yo creo, que la autonomía va asociada a la red de puntos de recarga, que sí es verdad que tendría que ir más parejo y tendríamos que tener más puntos de recarga", añade.
Los concesionarios destacan, además de todas las ventajas medioambientales, el precio a la hora de cargar el coche.