Los análisis de los 51 animales sacrificados en el patio del Turuñuelo revelan detalles de los rituales que los tartesos repitieron durante varios años. En el caso de los caballos, algunos de ellos analizados en la Universidad de Extremadura, en la Facultad de Veterinaria, fueron "colocados de forma intencionada. Una de las parejas, por ejemplo, con las cabezas cruzadas" explica María Martín Cuervo, veterinaria participante en el estudio. Además, otro presenta evidencias de haber sido eviscerado.
Sobre los équidos, además, aparecieron cereales, lo que apunta que los tartesos del Turuñuelo podrían haberlos cultivado. También se sabe que los animales fueron expuestos al aire libre, seguramente para que la gente los viera. Y además, que no fue un sacrificio único el que realizaron, sino que lo repitieron durante aproximadamente 10 años, lo que explicaría que ofrecieran a sus dioses varios rituales para intentar solucionar alguna amenaza que les acechara.
Con un escáner, único en España, se ha averiguado además que los caballos estaban en edad productiva. Y todo apunta a que estarían dedicados a la agroganadería. "Tenían embocaduras y eso quiere decir que eran guiados o que tiraban de carros. Y por las patologías, se ve que trabajaban. Es decir, no es que estuvieran pastando", detalla Martín Cuervo. Aparte, no hay heridas ni lesiones de haber participado en guerras.
Investigadoras de Barcelona, Valencia y Córdoba han concluido que hubo un banquete en el tercer sacrificio. Hay vacas despiezadas y mordeduras en costillas de ternera.
Y mientras se conoce qué hacían, qué comían y cómo vivían los miembros de Tarteso, en Cáceres, María Martín Cuervo, Ana Isabel Mayoral Calzada y Joaquín Jiménez Fragoso siguen preguntándose por qué se marcharon sus habitantes del Turuñuelo. Las patologías de sus caballos podrían tener una respuesta. Si algún día se detecta que padecieron una enfermedad infecciosa y contagiosa a los seres humanos, se abriría otra puerta para saber por qué lo abandonaron.
