El primer gran incendio forestal del año afecta a una zona bastante despoblada y con uno de los bosques más frondosos de Extremadura. Una masa arbórea enorme y continúa convertida en un "polvorín", según Fernando Pulido, coordinador del Proyecto Mosaico en la lucha contra incendios en la región.
"Hace ya mucho tiempo que apenas hay actividad agrícola y apenas ganadera". Solo queda una pareja de cabreros en el Valle del Árrago, cuando hay vecinos que aun recuerdan que hubo más de 2.000 cabras en pueblos como Cadalso. "Ellas hacían las veredas, ahora no hay ninguna".
Tampoco apenas hay actividad forestal "y eso ha fomentado masas de matorral muy continuas y muy propensas a arder". Así que "en cuanto se dan las condiciones propicias, por eso es un polvorín".
En el Valle del Árrago, reconoce Pulido que se han llevado a cabo actuaciones para "evitar la tragedia", pero lamenta que el ritmo de actuaciones ha sido "lento", y por ello teme que la extensión del incendio pueda ser "dramática".
Lo que alimenta los peores incendios
Según Víctor Pérez, coordinador regional del Plan Infoex, sobre las diez de las mañana de ayer era un incendio de 300 hectáreas y con la evolución en la noche ha llegado a las 7.500- 8.000 hectáreas.
A la hora de alimentar el incendio iniciado en Las Hurdes, se suman temperaturas récord esta primavera, la sequía, vientos cambiantes y la gran cantidad de combustible acumulada en el monte abandonado. Con todo ello un fuego difícil de controlar.
Según Miguel Cabrera, vocal del Colegio de Ingeniero de Montes, "ese es el gran problema", cuando hay mucha acumulación de combustible en los bosques. "Los equipos no pueden acercarse al fuego porque se queman" y el agua de los hidroaviones "se evapora", afirma.
Organizaciones agrarias como La Unión también se quejan y comparten que las normas de la Política Agraria Común están provocando "mayor incidencia" de los incendios en el Norte de Extremadura.