Extremeños, cántabros, asturianos, valencianos, vascos... De norte a sur, de este a oeste del país, todos han llegado hasta Plasencia para despedir a Robe Iniesta, el genio, el músico, el poeta que deja la emoción de sus canciones, la grandeza de su obra y la belleza de su legado.
"Tengo el coche ahí aparcado y dentro del coche escuchando a Extremoduro toda la noche", confiesa un seguidor. Otro añade: "Vengo de Cantabria y he llegado hasta aquí porque necesitaba despedirme".
El homenaje, que se prolonga hasta las 10 de la noche, se vive con un comportamiento ejemplar y una emoción compartida por miles de personas. No faltan los detalles simbólicos: "Las flores amarillas pa' acordarse de su pelo", dice una admiradora.
Para muchos, Robe fue más que música: "Me ha acompañado en momentos buenos, malos, y su música hace que sigamos pa'lante". Su carácter humilde y su compromiso social también se recuerdan: "Fue la persona que más apoyó ILG gritando que la tauromaquia no es mi cultura... nos hacía sentir en casa cuando nos permitía recoger firmas en los conciertos".
Quienes lo conocieron destacan su esencia: "La alegría de decir soy extremeño, aunque lo ha compartido con toda España. Ha luchado por la música desde niño y yo le conocí cuando era chapista con su padre en el taller... era una persona inquieta en la música".
Hoy se cumple su deseo: el sueño de aquel joven que lo dejó todo para poner música a su poesía. Su voz es tan fuerte que retumban las montañas.