3 Septiembre 2022, 14:20
Actualizado 3 Septiembre 2022, 14:43

El Águila 7 no para. Trabaja de sol a sol, en turnos consecutivos de ocho horas, cargando paja y esparciéndola por los montes heridos por el fuego en Las Hurdes y Miravete, en el Parque Natural de Monfragüe. En cada viaje, de unos cinco minutos de duración, se distribuyen unos 900 kilos de paja sobre grandes alfombras de unos 500 metros.

Una técnica con la que se cubrirán unas 90 hectáreas tanto de terrenos privados como públicos. El objetivo es el mismo: que en las zonas quemadas por el gran incendio de julio, en especial las de más difícil acceso, las lluvias del otoño no arrastren la ceniza hasta el Tajo y, a su vez, que no se agudice con ese arrastre la desertificación del suelo.

"Tiene dos redes, una para cargar y otra que está transportando y otra en la que se está cargando, y se distribuye como el agua en un incendio", explica Pedro Holgado, uno de los agentes del medio natural encargados de esta tarea.

Solo se tienen en cuenta, explica Holgado, dos factores para priorizar las zonas de trabajo: el grado de daño que ha provocado el incendio y la pendiente de cada ladera; algunas de ellas, de casi el 100%.

La alfombra de paja también protege así a los ríos del arrastre de la tierra quemada, del daño a las especies acuáticas y la desertificación del monte. Una barrera para evitar que el fantasma de los incendios siga vagando por nuestra naturaleza.

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