Las puertas de Granadilla permanecen cerradas desde hace cinco meses. Ni si quiera hoy se han abierto para recibir a "sus hijos". A causa de la pandemia este pueblo abandonado de la provincia de Cáceres permanece más solo que de costumbre. Sus antiguos habitantes regresan cada 15 de agosto para reencontrase con los recuerdos que dejaron abandonados en sus calles. Este año, por prudencia, han suspendido su cita con el pasado.
Constantina se fue del pueblo con 24 años, en 1958. Desde entonces vive en Alagón del Río, aunque asegura que su corazón permanece en Granadilla. "Tengo los pies aquí y la cabeza allí", nos confiesa retorciendo con los dedos el cinturón de su bata de flores. "Al pisar ese suelo, se te quitan todos los dolores", dice riendo y recuerda para nosotros la sensación de ver y compartir de nuevo con sus antiguos vecinos. "Cuando todo esto pase, volveré con mis hijos."
Como ella, los antiguos moradores de Granadilla tuvieron que marchar en busca de un hogar nuevo que no amenazara un pantano. Tras muchos años sin poder volver, esperan ansiosos que lleguen La Asunción y Los Santos, dos fechas para ellos marcadas en rojo el calendario. Pero todo es diferente este año.