La palabra y los actores, el texto y la interpretación. “Brotan llantos de sangre”, los de las madres, las hijas y, en definitiva, los de toda una sociedad que sufre la violencia y las guerras. Lo dice Silvia Zarco en el texto de `Ifigenia´, y lo lleva a escena Eva Romero, directora.
Ha sido un largo camino hasta llegar a las arenas del Teatro Romano, lo reconoce la compañía, que está satisfecha tras el estreno. Porque el público los ha acompañado, con su silencio respetuoso y con sus aplausos después.
María Garralón, Juanjo Arte, Beli Cienfuegos, Laura Moreira, Nuria Cuadrado, Alberto Barahona, Néstor Rubio, Rubén Lanchazo, Maite Vallecillo, son parte del reparto, que ha completado la Escuela Municipal de Teatro de Guareña.
`Ifigenia´es el resultado de tejer tres relatos clásicos, `Ifigenia en Áulide´, `Hécuba´y `Agamenón´. El inicio de la Guerra de Troya, el final y el regreso de los griegos triunfantes, tras conseguir su objetivo.
Esta obra, que cierra el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, lleva el título de Ifigenia porque es la primera muerte violenta de una mujer en la literatura occidental. Y es su propio padre, Agamenón el que la mata como sacrificio a cambio de iniciar una guerra, la Guerra de Troya.
Antes, su esposa Clitemnestra le rogó que no lo hiciera, que dejara vivir a su hija, pero ganan las ansias del poder. No hay vuelta atrás.
Solo un hombre, Aquiles, se opone al sacrificio de Ifigenia. “Amargo metal escondes bajo ese manto”, le dice Aquiles a Agamenón.
Tras la muerte de Ifigenia, soplan los vientos y los griegos parte hacia Troya. “Pero diez años de cadáveres ensangrentados no bastaron” dice esta vez Hécuba, la reina de Troya. De nuevo, el sufrimiento de una madre y su hija. Hécuba presencia el sacrificio de su hija Políxena para honrar la tumba de Aquiles.
Y no solo eso, también pierde a su hijo pequeño Polidoro, a manos de quien creía que era un amigo, el rey de Tracia. Encuentran su cuerpo en la playa... Y se venga, busca su justicia.
Igual que busca su propia justicia Clitemnestra cuando Agamenón regresa a Micenas, a su casa, dándole muerte.
Pero el final no es la venganza. Lo que quieren las mujeres, incluso después de muertas, es que su voz no quede en el olvido. Porque ellas siguen existiendo, están en demasiados lugares, en todas las épocas. Su voz es su justicia.