Imagen de playa
Asociamos verano a broncearnos. En la actualidad, vivimos en una cultura que nos incita a que nuestro color de piel se torne más oscuro. Este hecho está asociado con una mejor estética. Revistas, el cine, productos televisivos y redes sociales, entre otros, son medios que nos meten por los ojos lo bueno que es tomar el sol para una imagen más atractiva. Pero, ¿esta tendencia a una apariencia más oscura es sana? ¿Es el verano la época más apropiada para exponerse manera directa y prolongada al sol? ¿De qué factores depende la radiación ultravioleta (UV)? Estos días que coinciden con mucho calor también nos traen una radiación muy alta o extrema. Toma nota y toma precauciones.
Por acotar un período de tiempo, desde principios de junio hasta finales de septiembre, en el hemisferio norte tenemos el sol muy alto. Es decir, la incidencia de los rayos en la superficie de la tierra es mucho mas directa, más vertical. Además de la altura del sol, es muy importante destacar que durante los meses de verano en las horas centrales del día tenemos una radiación ultravioleta más alta fuera de las zonas tropicales. Precisamente es en esta época cuando tenemos menos nubosidad, otro de los factores determinantes de la radiación. Pues ésta es máxima cuando no hay nubes, y aún habiéndolas poco densas más del 90% de la radiación UV puede atravesarlas.
En verano tenemos una mayor radiación UV que durante el resto del año
No perdamos de vista que si estamos en alta montaña un día de verano sin nubosidad estaremos todavía más expuestos. La altitud en la tierra implica que tenemos por encima menos atmósfera, y por lo tanto se absorbe menos radiación, ya que es absorbida por diferentes compuestos como el dióxido de carbono o el ozono. Con cada 1000 metros de altitud, la intensidad de la radiación UV aumenta en un 10% a 12%. Estos días está ligeramente más expuesta una persona que esté en Piornal, por ejemplo, que en la ciudad de Badajoz, pues la diferencia entre ambas localidades extremeñas es aproximadamente de 1000 metros.
Además de los factores ya mencionados, otros como el ozono en la atmósfera o el tipo de superficie donde incidan los rayos de sol son otros agentes que influirán en la cantidad de radiación que nos alcanza. Teniendo en cuenta todo esto, no parece que estos días sean los más apropiados para exponerse de manera directa al sol, o al menos en las horas centrales.
Con cada 1000 metros de altitud, la intensidad de la radiación UV aumenta en un 10% a 12%
Una sobreexposición a los rayos UV puede provocar daños en el colágeno de la piel, lo que conlleva un envejecimiento prematuro de ésta. Así como mutaciones en el ADN y un alto riesgo de llegar a generarse un cáncer de piel. No solamente la piel sale perjudicada, los ojos sufren con una alta incidencia en poder desarrollar cataratas.
La radiación ultravioleta se mide mediante el índice de radiación UV (IUV)
El UVI se introdujo en Canadá en 1992, y en la actualidad existe uno estándar de la Organización Mundial de la Salud en colaboración con la Organización Meteorológica Mundial. Han estandarizado un código de colores y gráficos más accesible al público (Tabla 1), y se creó para concienciar a la población y hacer la información más accesible. La Aemet, emite diariamente una previsión de dicho índice. El martes, 6 de julio de 2020 fue muy alto o extremo en casi todo el país.
Es importante acordarnos que hay tres tipos de radiación UV: de tipo A, B y C. Las más dañina es la de tipo C, que no alcanza la superficie terrestre porque es absorbida por la atmósfera en la capa de ozono. De ahí la importancia de preservarla. La de tipo B es absorbida en un 90%, aproximadamente. Y los UVA, los de tipo A, son los que una parte de ellos alcanzan la superficie terrestre.
La radiación UV es necesaria para la vida en la tierra
Somos conocedores que casi todo lo que existe de manera natural en nuestro planeta sirve para algo. No hay que demonizar lo que para el ser humano es dañino. También los rayos UV tienen su razón de existencia. Tanto que son necesarios para la vida. La fotosíntesis de las plantas, por ejemplo, tiene lugar por la radiación procedente del sol. Nosotros mismos, los humanos, necesitamos en pequeñas proporciones la radiación de tipo B, pues en caso de tenerla disponible no podríamos sintetizar la vitamina D. Su déficit implica una mineralización pobre de los huesos, y su disponibilidad es necesaria para evitar dolencias como el eczema o la psoriasis. También está demostrado que el sol puede aumentar el número de glóbulos blancos o linfocitos, y así tener defensa frente a infecciones. Pero como todo, en pequeñas dosis y fuera de las horas peligrosas y en días como los que estamos pasando.