Dos días antes de que España entrara en confinamiento total, los vecinos de Arroyo de la Luz ya sabían lo que era el aislamiento. El 13 de marzo de 2020, a las 15:30 horas, el municipio quedó cerrado perimetralmente. Vallas y controles de la Guardia Civil impedían entrar o salir, salvo por motivos esenciales como urgencias médicas o la atención al ganado. El motivo: un foco de transmisión comunitaria detectado en la residencia de ancianos de la localidad, uno de los lugares más golpeados por la pandemia.
Dolor y desconcierto
El pueblo aún intentaba asimilar la trágica muerte de Claudia, una de sus vecinas y la primera víctima de Covid-19 en Extremadura. Sin poder salir de sus casas, los arroyanos vivieron días de incertidumbre, miedo y calles desiertas, interrumpidas solo por la presencia de la Unidad Militar de Emergencias (UME), que se instaló en el municipio para desinfectarlo.
Una imagen quedó grabada en la memoria de todos: el párroco de la localidad, subido a lo alto de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, bendiciendo al pueblo y pidiendo el fin de los contagios.
Homenaje eterno
Arroyo de la Luz estuvo 30 días en aislamiento, con un número de contagios que no dejaba de crecer. Finalmente, el municipio superó la crisis, pero nunca olvidará a la treintena de fallecidos que dejó la pandemia. Hoy, un parque conmemorativo rinde homenaje tanto a ellos como a los sanitarios, en agradecimiento por su esfuerzo en la lucha contra el virus.