Llevan toda la vida con nosotros y, sobre todo en los pueblos, forman parte de los sonido cotidianos. Su repique, volteo y ritmo sirven para comunicar y alertar desde hace siglos. Nos hemos colado en una escuela de campaneros, donde ponen todo el cuidado en que las nuevas generaciones aprendan el oficio.
Y es que el sonido manual de las campanas ha sido casi borrado de nuestros oídos con la llegada de los mecanismos electrónicos; pero algunos pueblos aún lo atesoran gracias a profesionales jóvenes. En Montehermoso han inaugurado hoy la primera escuela de campaneros. "El objetivo es dar a conocer el mundo de la campana, que cuando la gente escuche una campana sepa que está riendo o llorando, porque también tienen emociones según se toquen", explica uno de los profesores, Gabriel Moreno.
"El objetivo es que cuando la gente escuche una campana sepa que está riendo o llorando, porque también tienen emociones según se toquen"
Joven campanero como Gabriel es Galo Amorós, que ha venido desde Valencia tras enterarse de la celebración del curso. "Me encanta enseñar a tocar las campanas, y si tengo que venir a Extremadura a hacerlo, vengo", nos cuenta.
Y su tarea satisface mucho a los alumnos. Decenas de niños y no tan niños han hecho cola para aprender a tocar las campanas de muestra que han traído y en las de la propia iglesia de Montehermoso.
Los diferentes tonos y toques hacen de este arte ancestral una actividad de interés y una profesión con más futuro del que podía preverse. Más aún en Montehermoso, el pueblo donde, además de tocarla y enseñarlas, también fabrican campanas.
Campanas Rivera, de Montehermoso, trabaja ya en la réplica de la campana de Espantaperros