Sin duda alguna, los campos extremeños repletos de girasoles se convierten estos días en lugares idílicos de postal. El color amarillo inunda nuestros campos, pero, según denuncian los agricultores, cada año es menor el territorio dedicado a su cultivo en Extremadura por culpa de la rentabilidad.
Este año se han plantado 12.000 hectáreas. Suponen 1.500 menos que en 2019. El presidente de la sectorial de cultivos herbáceos de Cooperativas Agroalimentarias de Extremadura, Félix Liviana, lo tiene claro. El cultivo de esta planta se utiliza sobre todo "para hacer que descanse la tierra. Sirve para darle rotación y oxigenarla", y es que el precio de venta tanto del de girasol clásico como el alto oleico volverá a caer en esta campaña. Según ha apuntado Liviano se ve motivado por el descenso de compras desde el canal HORECA que aún no ha recuperado, dice, su completa normalidad tras el confinamiento.
"El cultivo de girasol se utiliza sobre todo para hacer que descanse la tierra. Sirve para dar rotación y oxigenarla"
A pesar de los bajos precios, se apuesta más por el girasol rico en oleína, capaz de soportar altas temperaturas. De hecho, el 90% del girasol que se siembra en Extremadura es alto oleico y el 10% restante corresponde al clásico. Unas proporciones que se repiten en el resto de regiones productoras del país.
La recolección del girasol extremeño arrancará en agosto. Toda la producción será trasladada a plantas andaluzas donde se convertirá en aceite.