El coche patrulla ha sido su oficina durante 44 años. Demasiados para un agente de la Policía Nacional. Pelayo Zamora, 65 años, lo eligió así a pesar de que sus compañeros suelen dejar el coche a los 50 ó 55.
Los viejos del lugar dicen que es el primero en jubilarse dentro de una patrulla en la jefatura extremeña. Y él se muestra satisfecho.
"Físicamente me encuentro bien, me gusta mi trabajo, el jefe me dijo que no había ningún problema y aquí sigo"
Dirá adiós a principios de noviembre, tras dos décadas de trabajo en Madrid y otras dos en Badajoz. Decenas de jefes, compañeros y situaciones jalonan su trayectoria. Ha estado en atracos con rehenes, atendido a víctimas de atentados, ha visto morir a camaradas y participado en tiroteos.
Hasta ha ayudado a una parturienta a dar a luz. En su opinión, patrullar ahora es más peligroso, pero también hay mejores medios.
"Llego aquí, me pongo el uniforme y mi vida se transforma... Ya no tengo dolor ninguno, madrugo y no estoy cansado, las noches las llevo de maravilla y me dan vida"
Tanto que, si pudiese, seguiría más años. Confiesa que se va con el mayor dolor del mundo y espera que su ejemplo y vocación calen en los patrulleros más jóvenes.
Le deseamos un feliz retiro.