William Shakespeare escribió Antonio y Cleopatra entre Coriolano y Macbeth, dos tragedias negras. Quizás por eso la de en medio es una drama más luminoso y divertido. Aunque difícil de representar. Y no sólo por lo extenso (supera los 2.000 versos), sino porque no atiende a los cuatro elementos de Aristóteles: error, soberbia, reconocimiento y catarsis. "Shakespeare no se puede estudiar desde la poética de Aristóteles, sino desde la del siglo XVI", afirma Santiago López Moreda. El profesor de Filología Latina de la UEX nos explica que el dramaturgo inglés seguía el esquema de Séneca para construir sus dramas: razón contra pasión. "Todos estos personajes históricos basan su tragedia en una lucha interna y eso es de Séneca. La lucha interna que en Séneca la representan dos términos: la ratio, la razón; y furor, la desmesura, el perder el control, el dejarte llevar de las pasiones."
De ahí la encrucijada de Antonio: ¿deber o ser? A la que hay que sumar, además, el elemento del poder: ¿quién los ostenta y cómo se ejerce? Otra constante en las tragedias históricas de Shakespeare. "En realidad lo que está haciendo es trasladar al mundo antiguo un problema que es de la Inglaterra del momento: el paso de la dinastía de Tudor a los Estuardo y las guerras y conjuraciones que eso ha llevado implícito", explica López Moreda.
Cleopatra es rescatada de las garras de la historia y renace con Shakespeare para acercarse un poco más a como la describió Plutarco. El catedrático de la Universidad de Extremadura asegura que "la imagen de Cleopatra se empieza a deteriorar en los textos latinos del imperio porque en el fondo lo que hay es también una cuestión de tipo racista y cultural. Es los valores de occidente representados por Roma, frente a Oriente que simboliza Egipto."
¿Les recuerda a algo de lo que ocurre en la actualidad? Pues por eso se les llama clásicos, porque encierran los eternos problemas de la humanidad.