La sobreexplotación de los recursos hídricos está llevando al límite numerosos manantiales, lagos y mares internos de nuestro planeta. El mar de Aral es un claro ejemplo: hace sólo medio siglo, era el cuarto lago más grande del mundo mientras que en la actualidad es menos de la mitad y contiene apenas un 20% del volumen de agua que llegó a acumular.
Situación similar corre el mar Muerto que cada vez va haciendo más honor a su nombre. Los datos más recientes indican que cada año pierde entre 1 y 1,5m de nivel de agua, lo que equivale a unas 600 piscinas olímpicas diarias, según informa Noam Bedein, director del Proyecto de Revitalización del Mar Muerto. “El encogimiento ha aumentado en los últimos años por el cambio climático y las sequías, aumentando así la evaporación”, apostilla el científico.
Tiene una salinidad 10 veces superior a la del Mediterráneo y su nombre significa “Mar de Sal”.
Este escenario se agrava aún más por el acusado descenso del caudal (del orden del 90%) del río Jordán, su principal afluente. La causa de esto es doble: por un lado, las pocas lluvias propias de la zona; y por otro, el abuso de consumo del río como fuente de agua potable o agrícola. Además, la situación política no es la más favorable para tender puentes entre los países vecinos con el fin de optimizar el ahorro de agua.
La escasez de precipitaciones ha ocasionado la aparición de socavones, provocados por los depósitos de sal que aparecen a medida que desciende el nivel del mar. En las profundidades hay agua subterránea dulce que disuelve las capas salinas y dejan a la vista oquedades cuyos tamaños y número son muy variados. Se estima que hay entorno a 7.000 en la parte occidental y que podrían llegar a aumentar a 14.000 en la próxima década, según estimaciones del geólogo Eli Raz.
Se trata de un enorme lago con una salinidad 10 veces superior a la que tiene el Mediterráneo, de ahí su nombre en hebreo: “Yam Hamélaj“: el Mar de Sal.
Para concienciar sobre este problema, el artista israelí Doron Gazit ha creado una curiosa obra. Ha desplegado un enorme neumático hinchable de unos 200 metros de diámetro y de color rojo, en el que busca una metáfora de las venas de la Madre Naturaleza clamando ayuda. El autor, además, aprovecha para concienciar sobre el impacto humano en el medio ambiente.
La situación se ha agravado en los últimos 40 años. En 1980 se documentó la primera dolina pero a día de hoy, son más de 5.500. Estas depresiones geológicas han obligado a desviar carreteras e incluso la desaparición de instalaciones turísticas. Las pérdidas económicas son grandes, no sólo en el sector terciario, sino también secundario. Una de estas dolinas ha provocado el derrumbe de un dique de un tanque de evaporación de una salina. Sin embargo, esta desecación tiene una falsa cara positiva: en puntos donde hace dos décadas había agua, ahora son campos de cultivo de sandía y otras hortalizas, aprovechando la riqueza mineral que dejaron los limos décadas atrás.
El debilitamiento del suelo firme hace que aparezcan daños en carreteras y en zonas de propiedad privada.
Los modelos climáticos prevén poco probable que el mar Muerto desaparezca por completo, pero sí que su volumen decrezca significativamente lo cual multiplicará el nivel de salinidad, ya de por sí elevado.