Si eliminásemos de un plumazo las emisiones de metano que se emiten en tres años, la atmósfera se enfriaría 0,2ºC. Esto lo afirma un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford, liderado por Bob Jackson. Parecerá poco, pero es mucho. Piénsalo así: la cantidad de energía que retiramos de un planeta para conseguir ese objetivo.
Cuando hablamos de gases de efecto invernadero, rápidamente los vinculados a CO2. Pero hay más de ellos, como es el caso del metano. Este hidrocarburo es 81 veces más potente que el CO2 a la hora de calentar el planeta en las dos primeras décadas de su liberación y unas 27 más potentes durante un siglo. Es por ello que ya hay una comunidad de científicos ingeniándoselas para reducir los niveles. Un grupo de ellos ha publicado resultados esperanzadores.
Los principales focos de emisión de metano son la agricultura intensiva y las inundaciones de las plantaciones de arroz. También lo son, aunque en menor medida, los desechos y las extracciones de combustibles fósiles. En total, el 60%. El resto proviene de los microbios de los humedales y del derretimiento del permafrost que, por otro lado, se está acelerando dada la tendencia al alza de la temperatura en las regiones polares.
El metano es un potente gas de efecto invernadero, mucho más que lo es el dióxido de carbono.
El estudio se ha publicado en “Philosophical Transactions of the Royal Society American”. En él se muestra unas estrategias en la disminución y tratamiento de este gas ya que están menos desarrolladas que para el CO2. Emplean tecnologías específicas para ello, además de mejorar los pronósticos climáticos en ausencia de metano.
La modelización de los impactos ambientales ha sido desarrollada por los meteorólogos de la Oficina Meteorológica del Reino Unido (el MetOffice). En el peor de los escenarios (aquel con altas emisiones) una reducción en las emisiones de un 40%, repercutiría en 0,4ºC en 2050; mientras que si estamos con bajas emisiones, la reducción podría ser de hasta 1ºC dentro de 30 años.
Todo muy idílico y bonito, sí. Pero aún no se tiene claro qué ruta hay que seguir para eliminar el metano de nuestra vida (o al menos limitarlo a la mínima expresión posible) puesto que es difícil capturarlo del aire dada su baja concentración. Se tiene la esperanza en los materiales de zeolitas, cuyas redes cristalinas permitirían atrapar este gas.
"Ha llegado el momento de invertir en tecnologías de eliminación de metano", dijo en un comunicado Rob Jackson, autor principal, profesor titular de Energía y Medio Ambiente en Stanford.
Lo cierto es que esta tecnología no es nada barata, pero los expertos afirman que los beneficios serán recompensarán las inversiones iniciales. Y lo explican con este ejemplo: si las compensaciones de carbono suben a 100 dólares por tonelada, el de metano se elevaría a 2.700; esto es, 27 veces más. Es, como poco, para pensárselo.
Desde la Revolución Industrial la concentración relativa del metano ha aumentado más del doble de rápido que la del CO2.
Pero la incidencia va más allá que ese alivio térmico. El metano tiene su papel con la formación del ozono troposférico (“el malo”) puesto que se forma a ras de suelo, es tóxico y altamente contaminante. Según se publica en este estudio, sería posible evitar unas 50.000 muertes prematuras cada año.
Se trata, pues de un proyecto muy ambicioso que podría ser una excelente herramienta para ralentizar el calentamiento global. Veremos qué nos deparan la ciencia y la tecnología en las próximas décadas.
Puedes leer el artículo completo aquí https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rsta.2021.0104 y el comunicado, aquí https://woods.stanford.edu/news/methane-removal-stanford-led-research-r…;