Aquel otoño estaba siendo especialmente lluvioso. Los días previos se había forzado hasta el límite la capacidad de los aliviaderos para achicar agua en la construcción de Los saltos de Torrejón, una magna obra de ingeniería que aprovecharía las aguas del Tajo y el Tiétar mediante un trasvase desde ambos ríos hacia una única central hidroeléctrica.
En la zona trabajaban más de 4.000 obreros, en su mayoría procedentes de los pueblos limítrofes: Trujillo, Jaraicejo, Monroy, Arroyo de la Luz, Almaraz... Sólo en el túnel se afanaban unos 50 operarios y otros tantos con maquinaria en el lecho seco del río.
Una ataguía mal colocada pudo provocar la salida descontrolada de agua embalsada hacia el lugar que unía ambas presas y desencadenó la tragedia, arrastrando los cuerpos de los obreros que se encontraban en el pasadizo y en el propio cauce.
Las cifras oficiales hablan de 54 personas fallecidas pero ha dia de hoy se desconoce el número real de muertos que podría elevarse a más de 70. Unos números que avalan la magnitud de la tragedia: el accidente laboral más grave ocurrido en Extremadura y en la historia de España.
20.000 pesetas para las viudas o familiares y 5.000 pesetas por cada hijo junto a un documento en el que se renunciaba a emrpender cualquier acción legal. El último cuerpo se encuentra el 5 de julio de 1966. Entonces ya nadie se molestaba en seguir contando víctimas.