Todos sabemos quiénes somos aunque nos aterre reconocerlo. Por eso cerramos los ojos, los arrancamos de cuajo para no ver, para no vernos. Pero Tiresias era el más clarividente de los tebanos. "No quieras saber, Edipo", le advierte. Y él se empeña. Sabe que arderá, que se abrasará los pies hinchados caminando a través de las llamas. "La verdad es como el sol que todo lo ilumina pero, si te acercas demasiado, quema".
Hay un incendio en Tebas (se quema Eubea en Grecia, la isla donde murió Hércules; se quema Argelia; anoche ardían los pastos cerca de Mérida). "No hay suficiente espacio para las sepulturas, el verdor ha abandonado la campiña y nos ataca de nuevo la enfermedad", se lamenta un texto imponente de Paco Bezerra (quería ser actor, pero es dramaturgo. Gracias.). "De verdad que me habéis sorprendido", confesaba a los actores tras el estreno de anoche, "no es que pensara que fuerais a hacerlo peor pero, dada la juventud y la inexperiencia, teníamos nuestras dudas. Y nos habéis dado una lección". Y de las buenas. Porque, a pesar de los tiempos, la juventud también puede ser brillante y comprometida y comerse la escena. "Hoy he tocado el cielo", decía entre lágrimas Mina El Hammani.
"Actuar en Mérida es soñar, así que por favor no nos despertéis"
El montaje, dirigido por Luis Luque, da la vuelta y reinventa uno de los mitos más conocidos de la literatura clásica para convertirlo en una obra audiovisual y cinematográfica. Casi más thriller que tragedia. "Con toda la honestidad os hemos entregado el corazón de Edipo", asegura el director. ¡Y qué Edipo! Un bello durmiente Alejo Sauras encerrado en una pesadilla. "Actuar en Mérida es soñar, así que por favor no nos despertéis", imploraba al terminar la función a pesar de todo.
"Se puede huir de un pueblo, de una ciudad, incluso de un país. Pero nunca se puede huir de uno mismo". Es el más vano de los intentos.