Toca atrasar una hora el reloj y, si a los adultos nos cuesta el cambio, ni qué decir de los bebés. Los expertos recomiendan "ir retrasando cada día 15 minutos sus horarios, para que no sea una hora de un día para otro. No todos se van a adaptar igual", es el consejo de la asesora en sueño infantil Mª Ángeles Torres.
A partir del domingo podríamos notar cómo nuestros bebés y niños pequeños se despiertan antes, y también que quieran acostarse antes. Si se despiertan a eso de las seis, lo mejor es no estimularlos para que no sientan que comienza el día en ese momento, todo lo contrario "hay que ayudarlos a dormir como si fueran las dos de la madrugada, apagando la luz, no dándoles un biberón".
De todos modos, este cambio en otoño es más llevadero que el de verano porque según Torres "la ausencia de luz favorece que liberen melatonina y se duerman antes". En el verano en cambio, es casi imposible conseguir que se duerman con la luz del día.
Y si no da tiempo a preparar a los pequeños para el cambio horario, pues sólo queda esperar a que se habitúen lo antes posible. La media del tiempo de desajuste está en una o dos semanas.