21 Diciembre 2025, 10:33
Actualizado 21 Diciembre 2025, 10:33

Cada 22 de diciembre, media España se detiene. Las voces que cantan los números premiados llenan hogares, bares y oficinas, mientras millones de miradas se clavan en los bombos que guardan la esperanza de conseguir El Gordo o, al menos, uno de esos premios que cambian vidas.

El Sorteo Extraordinario de Navidad no es solo una tradición, es un ritual que ha tejido su propio lenguaje, tan arraigado que en diciembre de 2019 nueve palabras vinculadas a la Lotería Nacional fueron incorporadas al Diccionario de la lengua española (DLE) por la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE).

Ese día, términos como alambre, copa, lira, paraguas, tabla, tolva y trompeta dejaron de ser exclusivos del sorteo para convertirse en patrimonio lingüístico. Cada uno encierra una historia: el alambre, donde se ensartan las bolas premiadas; la copa, que recibe la bola tras deslizarse por la trompeta; la lira, con sus diez varillas metálicas que ordenan las bolas antes del bombo; y el paraguas, estructura que sostiene las liras como si fuera un árbol de la suerte.

También se sumaron palabras con más de dos siglos de tradición, como capilla, esa maqueta final del décimo antes de imprimir el número, y postero, la persona que antaño custodiaba un puesto de lotería. Todas ellas evocan la magia del sorteo, donde la técnica y la ilusión se entrelazan.

Detrás del espectáculo hay cifras que impresionan. 100.000 bolas de números y 1.807 de premios, todas fabricadas en madera de boj, idénticas en peso y tamaño. Dos bombos giran incansables, uno para premios y otro para números, mientras las tolvas y tablas organizan el flujo de la fortuna. 
Cada billete equivale a una serie, y se emiten 198 series y cada billete está compuesto de 10 décimos.

Porque cuando escuchamos cantar los premios, no solo celebramos la suerte, celebramos también una tradición que ha creado su lenguaje único.