De entre todas las Medallas de Extremadura, una se concede al equipo de arqueólogos del Turuñuelo.
Llevan excavando desde 2015 y sorprendiendo al mundo cada campaña con hallazgos fascinantes. Los últimos han sido los ya famosísimos Rostros de Tarteso, pero ha habido muchos más.
Ha sido la propia presidenta de la Junta, María Guardiola, quien ha querido concederles la medalla. Para Esther Rodríguez y Sebastián Celestino, los directores de la excavación, es todo un orgullo. Su proyecto, Construyendo Tarteso, ha catapultado a Extremadura como clave en el conocimiento de esta civilización de la que queda tanto por descubrir.
Una tesis doctoral, origen de uno de los más fascinantes descubrimientos
Fue en 2014 cuando echó a andar el proyecto sobre Casas del Turuñuelo. Esther Rodríguez era entonces estudiante de Arqueología y realizaba su tesis doctoral, con la que intentaba reconstruir el poblamiento del Valle Medio del Guadiana durante la primera Edad del Hierro: "en Extremadura, se habían individualizado en total 13 túmulos y había que elegir uno", relata la propia arqueóloga, codirectora de la excavación del Turuñuelo.
"No era este el que habíamos elegido precisamente. Era otro, al lado de Mérida. Pero hubo problemas con los permisos y dijimos: bueno, nos vamos al de Guareña", añade Sebastián Celestino, el otro arqueólogo que, con Rodríguez, dirige la excavación.
"No era este túmulo el que habíamos elegido. Era otro, al lado de Mérida, pero hubo problemas con los permisos"
Celestino era por aquel entonces director de la tesis de Rodríguez. "Excavábamos y solo salía adobe y ni una sola cerámica. Y la verdad es que los 15 primeros días nos costaba incluso animarnos a nosotros mismos", recueda ella.
"Yo estaba en Uruguay", rememora él, "y me llamaron diciendo que no salía nada. Entonces, a mi vuelta, hicimos una ampliación"
"Excavábamos y solo salía adobe y ni una sola cerámica"
Y se hizo la luz. De no tener nada, de repente, hallaron 50 platos, un brasero de bronce...: "era supercomplicado documentar un brasero de esas características", explica Esther Rodríguez.
Desde ese día, del día de los platos y el brasero, han pasado ya ocho años. Y ni uno solo sin sorpresas que hayan revolucionado el mundo de la arqueología cada campaña: "Y nada, siempre digo lo mismo. Vine para 15 días y llevo aquí desde 2015, muy feliz".
Un equipo pequeño y especializado que ya es familia
La primera campaña, aquella de 2015, fue con 30 recién licenciados: "les daba miedo a avanzar y a nosotros, que ellos metieran la pata. Íbamos muy despacio. Con lo cual, decidimos que era mejor ampliar el equipo técnico aunque fuera más lento que tener estudiantes. Y desde entonces, empezamos a funcionar así, sin estudiantes", reconstruye Celestino.
Ahora el equipo lo forman 14 personas: "es un equipo magnífico que está trabajando en lugar privilegiado", subraya Sebastián Celestino. "Hemos ido conformando una familia. Melchor, por ejemplo, el jefe de los obreros, estaba desde 2008 con Sebastián y no nos hemos vuelto a separar", explica Esther Rodríguez.
Una hecatombe reflejada en La Biblia y en La Ilíada y jamás documentada antes arqueológicamente
Juntos, cada campaña, han dejado boquiabiertos al mundo con sus hallazgos. Uno de los más sorprendentes fue la hecatombe animal: caballos, vacas, cerdos, un perro... Más de medio centenar de animales sacrificados en el patio del edificio que los habitantes de Casas del Turuñuelo quemaron, sellaron y abandonaron.
"Dio la vuelta al mundo porque fue impresionante. Es una hecatombe que está reflejada en la Biblia y en la Ilíada, pero que no se había documentado jamás arqueológicamente" y que, además "está ayudando a cambiar parámetros en la arqueología, la veterinaria, la biología y hasta de la medicina", explican los directores de la excavación.
Pero es que excavar en El Turuñuelo da siempre para más. En paralelo, apareció la primera muela del individuo inhumado en la Sala Norte y que aún se está analizando en un laboratorio de Bruselas.
Y a eso hay que sumar la bañera que antes había sorprendido a tantos o la gran escalera monumental: 11 escalones que permitieron documentar la primera evidencia de la fabricación de un mortero de cal. Antes se creía que era una técnica que habían inventado los romanos: el opus caementicium.
No sería la última vez que El Turuñuelo cambiaría un paradigma. Los rostros del Turuñuelo, hallados en la última campaña, en febrero y marzo de 2023, volvieron a dar la vuelta al mundo para contarnos las primeras representaciones humanas de la cultura tartésica.
Evidenciaron que no era una cultura anicónica, sino que sí esculpían a sus dioses o reyes y que además, lo hacían un poco antes de que los íberos esculpieran su Dama de Elche: "estábamos un poco desbordados. Son piezas de una importancia y una belleza espectacular. Y prácticamente todo los miembros del equipo descubrieron una o un trozo. Aún no se nos ha pasado la emoción".
Una emoción que llega incluso a lanzar nuevas hipótesis sobre el abandono del asentamiento. Hasta ahora, se había barajado una crecida del Guadiana que obligara a los habitantes a marcharse de allí, por imposibilidad de cultivo u otras circunstancias. Pero con los rostros, se abre una nueva línea de investigación: "las caras están rotas. Alguien las rompió." ¿Hubo algún tipo de rebelión? ¿Representaban a dioses, a reyes? ¿Hubo algún tipo de guerra o de final agresivo en este asentamiento?
Cualquiera de estas preguntas podría ser respondida de forma afirmativa algún día. O de forma negativa. Hay que investigar.
La escritura: "Ojalá"
"¿Qué significaría encontrar escritura en el Turuñuelo?", osamos preguntar. Esther Rodríguez sonríe, casi lanza una carcajada: "Encontrar escritura sería... nuestro barco salvavidas. Sería la puerta a poder entender Tarteso".
"El problema es que todos los materiales sobre los que se escribe suelen ser perecederos: telas, cueros... y ellos lo quemaron todo. Pero no hay que perder la esperanza. Quizá alguna piedra escrita, quién sabe", hipotetiza Sebastián Celestino.
Hablan entre la hipótesis del investigador, el sueño del arqueólogo y la casi imposibilidad de creer que pudiera suceder. Pero creen. Creen porque esa es la fe de quien excava con esfuerzo, método y tesón. Con pasión y con inteligencia. Y con la certeza de saber que, otras veces, han descubierto, han hallado, han acertado y el mundo entero ha acabado celebrando su instinto. Y no es un instinto cualquiera, sino el instinto de saber que Extremadura tiene la llave para entender quiénes eran, cómo vivían y por qué se fueron los miembros de Tarteso.
Fueron los griegos quienes apodaron así a la civilización que ellos creyeron la primera de Occidente, uno de los pueblos prerromanos más misteriosos del mundo, "pero ni siquiera sabemos si se llaman así", precisan los arqueólogos.
Esther Rodríguez y Sebastián Celestino han descubierto tanto... que juntos (y esto es ya opinión y no solo crónica de un yacimiento) podrían seguir averiguando de todo sobre aquella civilización que vivió a orillas del Guadalquivir, en Sevilla, Cádiz y Huelva, y del Guadiana, en Extremadura, en el siglo V a.C.
"Ella vino como estudiante de la Universidad de Sevilla a la excavación que yo dirigía. Luego acabé dirigiendo su tesis y encontramos el Turuñuelo", recuerda él. "Son muchos años. Hemos conseguido mantener un equilibrio y entendernos bastante bien. Quizá el Turuñuelo es un buen ejemplo de ello ¿no?", reflexiona ella.
Lo es. Claro que lo es.