23 Noviembre 2025, 12:42
Actualizado 23 Noviembre 2025, 21:13

Hace casi tres décadas, Manoli Sánchez dejó atrás su vida tranquila en Monesterio para emprender un rumbo totalmente distinto al otro lado del mundo.
Descubrí que mi camino estaba en dedicarme a quienes más lo necesitan... y desde entonces, llevo 27 años en misión”, cuenta.

Su recorrido comenzó en Argentina, continuó en Guadalajara y hoy la ha llevado hasta Filipinas, donde trabaja con jóvenes y familias en barrios con escasos recursos, impulsando iniciativas que buscan abrir oportunidades y alimentar la esperanza.
“Nosotras llevamos apoyo, cercanía… pero también recibimos mucho de ellos, de su manera de vivir y de salir adelante”, explica. Y subraya que la vocación de ayudar no depende del lugar: “Donde estés —ya sea jugando al fútbol, o en la escuela, o en la universidad— todas las personas tenemos una misión. Nuestra labor principal es ayudar, formar a quienes nos rodean para que también puedan transformar el mundo en el que vivimos”.

La presencia extremeña en la misión se extiende a otros países. En Perú, el sacerdote César Caro acompaña desde hace más de una década a comunidades que sobreviven con muy pocos recursos.
Llevo en Perú 11 años y soy de Mérida. ¿Que por qué me vine? Siempre había querido dedicarme a esto, desde que era niño”, relata. Su día a día transcurre recorriendo pueblos ribereños, escuchando a su gente, compartiendo sus desafíos y tratando de que “vivan un poco mejor”.

Desde Badajoz, el delegado de misiones, Federico Gragera, sigue de cerca la labor de quienes trabajan lejos de casa.
“Ahora somos menos que hace unos años, pero el trabajo continúa. En la diócesis hay casi cuarenta personas en misión repartidas por varios países, y detrás de cada una hay toda una comunidad que las apoya”, señala. Y resume la esencia de este compromiso con una frase clara: “Yo me quedaría con eso: el misionero es ayudador”.

Una ayuda que —dice— siempre va y vuelve. Como la de Manoli, que en cada visita aprovecha para abrazar a su madre. Pronto llegará un adiós que dejará un vacío… y, al mismo tiempo, llenará de orgullo.