La ambientación navideña de muchos pueblos y ciudades crece cada año, aumentando la oferta cultural y atrayendo a más turismo. Sin embargo, este incremento de actividades genera niveles de ruido elevados que pueden resultar dañinos tanto para niños como para adultos, creando una mayor necesidad de protección durante estas fechas.
La música, las reuniones y las celebraciones en las calles elevan el volumen y generan un exceso de ruido que no siempre se percibe como un problema. Para algunas personas, este aumento constante del sonido afecta su día a día y su vida cotidiana de manera significativa.
Entre los colectivos más afectados se encuentran las personas con Trastorno del Espectro Autista, cuya rutina diaria y bienestar pueden verse directamente comprometidos. Muchas familias adaptan sus hábitos para minimizar el estrés: evitar zonas con mayor ruido, bajar al garaje o poner películas cuando el sonido es excesivo.
¿Cómo evitarlo?
Tanto profesionales como ciudadanos coinciden en la importancia de implementar medidas sencillas para reducir el impacto del ruido. Entre ellas destacan el uso de tapones, cascos o auriculares con reducción de sonido, establecer zonas sin ruido en eventos como las cabalgatas y definir horarios para actividades más ruidosas, que permitan descansar a quienes lo necesitan.
La conciencia social es, sin duda, una de las medidas más importantes. Es necesario que la población entienda que los ruidos excesivos y los petardos no son imprescindibles para disfrutar de las fiestas, y que el bienestar de personas mayores, niños con TEA, usuarios de audífonos e incluso animales debe tenerse en cuenta.
El objetivo es claro: disfrutar de la Navidad de forma inclusiva, garantizando que todos puedan vivir las fiestas sin estrés innecesario.