El Ministerio plantea que sean las universidades las que calculen la ocupación máxima en cada uno de sus centros. Para ello tendrán que dividir el número de alumnos matriculados entre la capacidad que tenga cada instalación. Esto teniendo siempre en cuenta la distancia de seguridad de un metro y medio entre cada uno de los ocupantes.
Si el número resultante es inferior al recomendado, la docencia se podrá desarrollar de forma presencial en su totalidad. Si es superior, todos los que sobren tendrán que irse a casa y aprender de forma online. En ese caso se establecerá un sistema de turnos rotatorios entre los que darán clase presencialmente y los que la recibirán por videoconferencia. Pero eso sí, en ningún momento se plantea doblar los grupos de clase presencial porque, según el ministerio, ello "implicaría una sobrecarga insoportable para los docentes".
Si todos los alumnos de una clase pueden mantener la distancia de seguridad, las clases serán presenciales. Si no, se rotarán grupos con clases online.
El protocolo de Universidades establece que todos los estudiantes y profesores lleven mascarilla si no pueden guardar las distancias. Además, tanto los accesos a los centros como las aulas y los aseos deberán contar con dispensadores de gel hidroalcohólico. Se recomienda también la utilización de espacios al aire libre y evitar compartir materiales.