"Por muchos medios que tú tengas no lo vas a poder apagar". Así de contundente se refiere el coordinador regional del Plan INFOEX, Víctor Pérez, a los incendios de sexta generación. Fuegos devastadores que llegan a convertirse en auténticos monstruos con vida propia. Se les llama así por "la virulencia e intensidad con la que arden y la cantidad de energía que desprenden", subraya Pérez.
Estos incendios, alimentados por las altas temperaturas y la acumulación de combustible vegetal, crean 'pirocúmulos': enormes nubes de humo capaces de generar su propia dinámica atmosférica. Es decir, liberan tanta energía que modifican las condiciones meteorológicas de la zona. "Las altas temperaturas que se provocan en este tipo de incendios crean esas corrientes atmosféricas que arrastran el vapor de agua que hay en la superficie creando su propia nubosidad que, ocasionalmente pueden provocar alguna precipitación débil y también descargas eléctricas que podrían propagar el incendio", nos explica nuestro compañero David López-Rey, físico y uno de los meteorólogos de Canal Extremadura.
El de Sierra de Gata en 2015 ya fue un incendio de sexta generación. Y también lo han sido este año el de Las Hurdes y Miravete. Poco pueden hacer los bomberos contra llamas que superan los tres metros de altura y capaces de cambiar de dirección en cualquier momento con el riesgo que supone.
Además, "la cabeza del incendio suele estar fuera de capacidad de extinción, es decir: la tenemos que dejar que se mueva y nadie se puede poner delante de ella", asegura el coordinador del INFOEX, que continúa: "nuestra única Y nuestra misión ahí es ir cerrando el incendio de cola poco a poco para ir quitándole fuerza e intensidad".
Los incendios de sexta generación son más devastadores y provocan mucho más daño al medio ambiente. El suelo y la vegetación quedan completamente calcinados. "Tienen una severidad extrema con lo cual es mucho más difícil luego la regeneración y, evidentemente, el daño para la fauna es infinito".
Generaciones de incendios
Hace ya tiempo que los incendios forestales comenzaron a clasificarse por 'generaciones'. Cada una de ellas, más o menos, corresponde a una década.
Los incendios de 'primera generación' se producen entre los años 50 y 60 con el éxodo rural a las ciudades. La vegetación se va acumulando en los campos de cultivo abandonados y en los montes y, en los años 70-80, aparecen los incendios de 'segunda generación' capaces de quemar entre 5.000 y 10.000 hectáreas.
Con la acumulación en el campo de más madera y restos vegetales, los incendios van ganando en altura y el fuego se propaga entre los árboles de copa a copa. Comienza entonces la 'tercera generación' de incendios forestal que tienen capacidad para quemar entre 10.000 y 20.000 hectáreas y empiezan a suponer un riesgo para la población civil.
Con el comienzo de siglo llegan los incendios de 'cuarta generación' que afectan a zonas habitadas muy cerca de espacios naturales, como consecuencia de la expansión urbanística y del aumento de la superficie forestal. Los de 'quinta de generación' son como los anteriores, pero simultáneos, afectando a distintos puntos a la vez.