Los habitantes del Turuñuelo sacrificaron a sus animales más preciados durante años. Lo demuestra el análisis de los 6.700 huesos de los esqueletos hallados en el patio del edificio: caballos, cerdos, vacas, toros y un perro. 52 animales en total, todos jóvenes, usados seguramente como carga y por tanto, muy valorados seguramente dentro de la cultura tartésica, según la hipótesis del estudio publicado ahora en la revista Plos One y liderado por el Instituto Arqueológico de Mérida, del CSIC.
Especialmente valorados en esta civilización eran los caballos: "eran un símbolo de poder comparable al Ferrari contemporáneo", ha explicado María Martín Cuervo, profesora de la Facultad de Veterinaria de la UEX y miembro del equipo de estudio, en el programa matinal de Canal Extremadura, 'Ahora Extremadura', reflejando la magnitud del sacrificio de 41 equinos en su plenitud.
Los análisis realizados a los esqueletos desvelan que hubo hasta tres fases de sacrificio, antes del abandono, "y todo en un período corto, de unos diez años". Eso podría reforzar la hipótesis de que fueran condiciones meteorológicas las que les obligaran a marchase. Puede que una sequía, pero puede que también varias crecidas del río Guadiana (se han detectado inundaciones en el patio). Aunque no se descartan razones epidémicas. Lo que parece ya claro es que este estudio derriba la hipótesis inicial de que fue un sacrificio único.
A excepción de los caballos, que eran símbolo de poder, el resto de esqueletos tenían signos de haber sido procesados como alimento. Sobre todo en los de la tercera fase, donde se confirma que al lado de los equinos, se celebró un banquete con carnes de otros animales. También se ha demostrado que esos sacrificios estaban expuestos al sol y por lo tanto, al público, lo que refuerza la hipótesis de que fueran ofrendas a los dioses. Según Martín Cuervo, la visibilidad de los sacrificios era probablemente intencionada, como se hacía en prácticas de otras culturas antiguas como la griega. En cambio, la última fase del sacrificio revela cambios en el ritual: "hay restos de animales que sí que fueron consumidos", afirma la investigadora. También refuerza la idea de ritual el hecho de que los animales estaban enterrados en cuidadas posiciones, con las cabezas cruzadas entre sí.
Los animales han sido analizados en Cáceres, Valencia y Barcelona. Los que están fuera de Extremadura volverán en cuanto se haya terminado de consolidar los esqueletos.